Bibliomanie

La patria del balón: Fútbol y narraciones identitarias en España, 1920-2014
di , numero 52, dicembre 2021, Saggi e Studi, DOI

La patria del balón: Fútbol y narraciones identitarias en España, 1920-2014
Come citare questo articolo:
Juan Antonio Simón Sanjurjo, La patria del balón: Fútbol y narraciones identitarias en España, 1920-2014, «Bibliomanie. Letterature, storiografie, semiotiche», 52, no. 5, dicembre 2021, doi:10.48276/issn.2280-8833.9583

1.Introducción
El 12 de julio del 2010 el presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, esperaba a la entrada de su residencia del Palacio de la Moncloa al autocar que traía al cuerpo técnico y a los jugadores de la selección española de fútbol. Por primera vez en su historia, este país acababa de conseguir la victoria en el Mundial que se había celebrado en Sudáfrica. Uno a uno, el presidente dará la bienvenida de forma calurosa a todos los miembros del equipo. Posteriormente, en la ceremonia de recepción, Zapatero subrayó la importancia de este triunfo futbolístico, como símbolo de la victoria de toda una nación y por su impacto inmediato en la imagen exterior del país:

«Enhorabuena a los campeones y enhorabuena a España por este gran triunfo histórico. […] Esta es la victoria de los veintitrés jugadores de la selección, pero detrás a tenido la fuerza unida de todos los españoles para que la mejor imagen de España brille en el mundo como hemos hecho ganando este campeonato mundial.
Esta Copa la han ganado ellos, pero es de todos los españoles, y esta Copa la han ganado también todos los jugadores que lo intentaron durante tantas generaciones para llevarnos a la cima del fútbol mundial»1.


Pero la primera visita institucional que poco antes habían realizado los jugadores de la selección española fue al Palacio Real, donde fueron recibidos por los Reyes, los Príncipes de Asturias y la Infanta Elena. Las palabras que les dirigió el rey Juan Carlos volvían a subrayar las virtudes que como grupo representaban estos jugadores, y su extrapolación automática al carácter de la propia sociedad española. El éxito de la Roja se convertía en el éxito de un país que parecía haber dejado atrás, olvidados en el pasado, los estereotipos con los que había convivido durante gran parte del siglo XX:

«Habéis hecho vibrar a todos los españoles, haciendo realidad nuestros sueños y proyectando el nombre de España en el mundo. Estos son los sentimientos que, como Rey, os traslado con el mayor de los abrazos, con toda mi gratitud y mi más afectuosa enhorabuena.
Sois un ejemplo de deportividad, de nobleza, del buen juego, de trabajo en equipo. Un ejemplo de esfuerzo y espíritu de superación para las nuevas generaciones. Pero, sobre todo, demostrar la capacidad que tiene España de lograr juntos los éxitos que nos propongamos»2.


Al mismo tiempo que este país vivía uno de los momentos más importantes en la historia del deporte, se acababa de iniciar una década que estará lastrada por los duros efectos de la Gran Recesión económica que se inició en el 2008, así como por el reforzamiento del independentismo en Cataluña y las movilizaciones ciudadanas que conquistaron el espacio público, y que habían comenzado poco antes de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011 con el movimiento 15-M. De forma paralela, los éxitos deportivos y en especial del fútbol, estaban dando forma a un interesante proceso de nacionalismo banal en línea con las teorías de Michael Billig3.
El fútbol, que había comenzado a practicarse en España desde finales del siglo XIX, se había ido integrando progresivamente en el tejido social de grandes núcleos urbanos como Barcelona, Bilbao y Madrid. Ciudades portuarias e industriales en los dos primeros casos, y centros de poder administrativo si nos referimos a la capital española. En estas ciudades los nuevos sports llegados de Inglaterra encontraron el ambiente mesocrático y urbano necesario para poder impulsar la práctica del moderno football. Tres serán los pilares en los que se sustentará la integración de este deporte: por un lado, un reducido número de nombres de la burguesía ilustrada, conocedores de los discursos regeneracionistas del deporte, y que descubrieron en estas actividades una oportunidad para tatar de mejorar la depauperada sociedad española; en segundo lugar, aquellos jóvenes viajeros que por motivos profesionales o de estudios habían visitado Gran Bretaña, Francia o Suiza, y que habían podido practicar y asimilar la importancia que podrían tener estas modernas actividades deportivas. Por último, los profesionales extranjeros que residían en las grandes ciudades españolas y que trataron de fomentar la relación con sus iguales a través de este tipo de actividades de ocio4. Estos perfiles definirán los tres sectores de la sociedad española que irán generando un habitus por la práctica de deportes como el fútbol, que se terminará plasmando a lo largo del primer tercio de siglo en la aparición de los principales clubes de fútbol del país, como fueron el Athletic Club de Bilbao (1898), FC Barcelona (1899), Real Madrid CF (1902) y el Atlético de Madrid (1903); así como la creación de un entramado institucional bajo el control de la propia Real Federación Española de Fútbol (RFEF)5.
La presente investigación tiene como objetivo principal realizar un recorrido por la historia del fútbol español, analizando su transformación en un deporte de masas, así como el papel que ha representado hasta nuestros días como instrumento en la construcción de relatos y estereotipos identitarios. El texto se ha estructurado en tres partes claramente diferenciadas, siguiendo la división cronológica que tradicionalmente ha utilizado la historiografía española: el primer apartado afrontará el análisis del primer tercio del siglo XX, desde la creación del equipo nacional en 1920 hasta el inicio de la Guerra Civil en 1936. En una segunda fase se expondrá la compleja relación que existió entre fútbol y franquismo desde 1939 hasta 1975, y el papel que representaron tanto el equipo nacional como los diferentes clubes dentro de este contexto. Por último, se afrontará el estudio de la construcción de los discursos nacionales y subestatales durante la transición democrática y su plasmación en el mundo del fútbol, así como la transformación que se ha vivido en España en relación con la nueva narrativa de éxito asociada a este deporte, después de los triunfos en las Eurocopa del 2008 y 2012 y el Mundial del 2010.

2. El primer tercio del siglo XX y el nacimiento del mito de la furia española Nada más conocerse la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) de conceder a la ciudad de Amberes la organización de los VII Juegos Olímpicos en 1920, la prensa deportiva española inició una intensa campaña para sensibilizar a la opinión pública y a las autoridades políticas respecto a la importancia que representaba la presencia de deportistas españoles en este evento. Desde la anecdótica participación de ocho representantes españoles en la edición de París en 1900, el Comité Olímpico Español (COE) no había vuelto a estar presente en esta competición. El fútbol, por el nivel de desarrollo que había alcanzado a lo largo de las dos primeras décadas del siglo era, sin lugar a duda, la especialidad que más dignamente podría representar al país.
Es indudable que los Juegos Olímpicos de Amberes y la inesperada medalla de plata que alcanzó el equipo nacional, supusieron un punto de inflexión en el desarrollo posterior del fútbol español, aunque es necesario valorar en su justa medida el impacto que tuvo este hecho, sin dejar de lado otras factores como el proceso de modernización, la socialización de este deporte en los estratos populares o el asentamiento de un amplio entramado institucional entorno al fútbol, que le permitieron poder llegar a los años treinta convertido en un verdadero deporte de masas.
José Ángel Berraondo, quien posteriormente formaría parte del comité técnico de la selección, tenía muy claro que la elección de los futbolistas de la selección se debía realizar pensando en el estilo futbolístico de los rivales:

«Los ingleses, franceses y holandeses encontrarán en los vascos contrincantes que contrarresten su rapidez y juego práctico. En cambio, los suizos, portugueses, belgas o italianos, al contender con catalanes y castellanos, verán opuesta á su habilidad otra parecida o mayor»6.

Después de múltiples polémicas, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) decidió convocar a veintiún jugadores, quince de ellos vascos, tres gallegos y otros tres catalanes. Todos ellos pertenecientes a siete diferentes clubes: FC Barcelona, Real Sociedad de San Sebastián, Real Unión Irún, Vigo Sporting, Arenas Club de Getxo, Athletic Club de Bilbao, Racing Ferrol. Es importante destacar, que en esta primera cita histórica del fútbol español no participó ningún jugador perteneciente a clubes madrileños.
El 28 de agosto de 1920 España disputó su primer partido internacional. En Bruselas, en el campo de La Butte, donde jugaba el Union Saint Gilloise y vistiendo pantalón blanco con camiseta roja, « con un león bordado de amarillo en el pecho », se presentaron los once « desconocidos » que se impusieron a Dinamarca por 1-07. Tras caer derrotados por los anfitriones (3-1), las posteriores victorias frente a Suecia (2-1), Italia (2-0), Checoslovaquia (descalificada) y Holanda (3-1), les permitieron conseguir la medalla de plata. Pero más allá del resultado deportivo, el elemento verdaderamente importante en relación con nuestro estudio hace referencia a que en esta olimpiada apareció por primera vez utilizado el término furia española. Con este calificativo, la prensa internacional describía el agresivo estilo de juego de esta selección. El periódico francés L´Auto, después del triunfo contra el equipo danés, tituló su crónica con « Dinamarca ha sido vencida por la furia española»8. Posteriormente, la prensa holandesa volverá a utilizar esta expresión que tiene su origen en el sangriento saqueo de la ciudad de Amberes por los Tercios de Flandes en 1576, y más en concreto el redactor de la cabecera De Telegraaf, H. Hollander, quien la incluyó en su crónica del partido frente a Bélgica para describir el carácter violento del juego español9.
Al mismo tiempo, el inesperado éxito provocó en la prensa española la profusión de un amplio número de crónicas periodísticas que ensalzaban hasta el paroxismo la actuación del equipo nacional, dando forma a un discurso con grandes dosis de patriotismo que incidía en identificar las características de fútbol español con los supuestos valores identitarios del país. Manolo de Castro, alias Handicap, único periodista español que asistió como corresponsal de Madrid-Sport a las olimpiadas, dejaba de lado las diferencias regionales para subrayar los rasgos identitarios nacionales:

«Merecen vascos, gallegos y catalanes, la gratitud eterna de toda la España que ama el football. […] Quedaron clasificados los segundos, pero por su actuación, moralmente, son los primeros. Ahora sí que puede decirse que España ha puesto la pica en Flandes»10.

Desde ese momento se empezó a dar forma desde la prensa a una nueva narración que transformará el concepto de furia española, de sus iniciales connotaciones peyorativas relacionadas con la violencia y brutalidad de los jugadores españoles, a progresivamente ir acompañándolo de rasgos nacionales positivos estrechamente relacionados con el carácter, temperamento, pasión y lucha heroica, con algunas dosis de impulsividad, que no sólo pudiera llegar a definir el estilo de juego de este país, sino también el propio carácter de los españoles. La Olimpiada supondrá el momento fundacional del fútbol español y de un discurso nacional que se irá consolidando y transformando a lo largo de las décadas posteriores. Al mismo tiempo, también se retroalimentará por los medios de comunicación internacionales, que empezaron a reconocer al equipo español bajo un estereotipo de la furia, que encajaba a la perfección con los elementos que la narrativa romántica identificaba desde el siglo XIX el carácter de los españoles11. Durante los años veinte el fútbol se transformó en España en un claro exponente de la modernización del país. Mientras se creaba una narrativa patriótica alrededor del equipo nacional, el nacionalismo vasco y catalán también comenzaron a utilizar el fútbol como medio para llegar a la población a través de clubes tan enraizados en estas regiones como el Athletic Club de Bilbao y el FC Barcelona.
Durante la II República (1931-1936) el fútbol logró unos niveles de socialización superiores a los de cualquier otra actividad deportiva y de entretenimiento. Al mismo tiempo, este deporte se afianzó en la gran mayoría de núcleos urbanos, logrando que gran parte de las capitales de provincia tuvieran un equipo disputando el Campeonato Nacional de fútbol, la Liga, desde su origen en 1928 en primera o en segunda división.
Los enfrentamientos entre selecciones también mostraron durante estos años un alto grado de sublimación del orgullo nacional, despertando la pasión entre las grandes masas de aficionados que lograban estar informados diariamente a través de nuevos medios de comunicación de masas como la radio y la prensa. La popularización del fútbol también se vio favorecida por el abaratamiento de las entradas. Un nuevo aficionado conquistaba los estadios, identificándose con su club local y acudiendo puntualmente a la liturgia deportiva que regularmente se celebra en los estadios de las principales ciudades españolas cada domingo. El fútbol español pasó de los 706 equipos federados de los años veinte a llegar a mediados de los años treinta con 993 clubes, algo menos de 20.000 futbolistas, así como con cinco estadios con capacidad igual o superior a los 20.000 espectadores12.

3. La utilización política e identitaria del fútbol durante el franquismo (1939-1975)
3.1 El primer franquismo y el papel del fútbol en la construcción de la « Nueva España »
La batalla diplomática durante la Guerra Civil española (1936-39) encontró en el fútbol un nuevo terreno de enfrentamiento de importante impacto internacional. El franquismo buscó el reconocimiento de los grandes organismos internacionales del deporte, para lograr de esta forma convertirse en su único interlocutor oficial. En agosto de 1937 también se creó en San Sebastián una Federación Española de Fútbol representante de la zona nacional, con un comité directivo presidido por el teniente coronel Julián Troncoso Sagredo y con Luciano Urquijo en funciones de secretario. A partir de ese momento, el franquismo trató de conseguir por todos los medios la legitimación de la Fédération Internationale de Football Association (FIFA), reconociéndoles de este modo como interlocutor oficial del fútbol español. Al mismo tiempo desde Barcelona, Ricardo Cabot, secretario general de la legítima Federación republicana, intentaba seguir manteniendo viva y activa la relación con la FIFA pese a las dificultades generadas por la propia evolución de la guerra. El comité ejecutivo de la FIFA terminará admitiendo a las dos federaciones, permitiéndoles incluso que ambas pudieran concertar encuentros con sus selecciones, aunque estos enfrentamientos no podrían reconocerse como partidos internacionales oficiales. La sorprendente decisión del principal organismo del fútbol internacional empoderaba a la federación de San Sebastián, permitiéndola coordinar y gestionar el desarrollo del fútbol en la zona franquista, lo que en definitiva suponía una victoria diplomática. La propia evolución de la guerra en Cataluña terminará haciendo imposible la existencia de la federación republicana13. Para la prensa franquista este hecho equivalía «a una gran victoria definitiva, de las que a medida que avanza con las armas conquistando España, ofrece al mundo la paz y el orden del territorio que libera14
Desde el primer momento, el régimen de Franco trató de utilizar el fútbol como una herramienta ideal con la que poder adoctrinar a las masas en los valores que definían al régimen. Propaganda e adoctrinamiento serán los dos objetivos principales en los que se insertará la utilización del fútbol, aprovechando los partidos de la selección como vehículo privilegiado con el que incidir en la nacionalización de las masas y en la transformación de estos eventos en fiestas de exaltación del franquismo. Como en cualquier otro aspecto de la sociedad, el fútbol no podrá eludir el control directo del régimen. Para poder implementar este proyecto Franco creó en 1941 la Delegación Nacional de Deportes (DND), institución dependiente del partido único Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), que tendrá como principal función el control total de todas las esferas del deporte, en donde se incluirán también a las diferentes federaciones deportivas, clubes y a la propia presidencia del Comité Olímpico Español (COE).15
Desde 1937 el presidente de la federación franquista trató de mostrar una imagen de normalidad en la retaguardia, programando una serie de encuentros que se explotaron propagandísticamente dejando en un segundo plano de importancia el resultado deportivo. El 28 de noviembre de este mismo año España disputó su primer partido amistoso frente a la selección de Portugal en Vigo, mientras ya se pensaba en la posibilidad de lograr acuerdos similares con Alemania e Italia. La selección del bando franquista devolverá la visita el 30 de enero de 1938, con un nuevo partido disputado en el estadio de las Salésias de Lisboa. Este partido pasó a la historia por el gesto de protesta que realizaron tres jugadores portugueses pertenecientes al club Os Belenenses (Quaresma, Acevedo y Amaro), boicoteando el saludo fascista después de los himnos. El primero mantuvo la posición de firme sin realizar el saludo con el brazo en alto, mientras que sus otros dos compañeros saludaron con el puño cerrado. Las fotos publicadas al día siguiente en el periódico portugués Stadium, fueron manipuladas para que los jugadores aparecieran saludando correctamente. Estos dos partidos, junto con el que también disputó la selección española el 15 de febrero en Melilla frente a una selección de jugadores locales, no han sido reconocidos por la FIFA16.
El resultado deportivo quedaba en un segundo plano, convirtiéndose estos encuentros en escenarios ideales en los que poder mostrar una aparente normalidad e incidir en las liturgias y simbologías franquistas, al mismo tiempo que se mostraba una supuesta normalidad a través de los medios de comunicación. Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial la selección española disputó ocho encuentros amistosos contra sus más cercanos aliados ideológicos: Portugal, Italia, Alemania y la Francia de Vichy, a los que se añadió el partido contra la neutral Suiza en diciembre de 194117.
En enero de ese mismo año España se enfrentará nuevamente a Portugal en Lisboa, o lo que para el periodista Alberto Martín Fernández, alias Juan Deportista, representaba la furia española frente al « alma portuguesa. » El periodista justificará el resultado (2-2) recordando que había sido preciso «reunir un equipo formado con muchachos que salieron de las trincheras», por lo que conseguir empatar un encuentro en esas condiciones «es un mérito y hasta un alarde.» En definitiva, «la fraternal fiesta deportiva» que había supuesto el enfrentamiento frente al equipo nacional portugués, había permitido revivir a los espectadores «las más hondas emociones de estas viejas luchas tradicionales, que servirán para reafirmar los indestructibles lazos de afecto que unen a los deportistas de los dos países peninsulares18
Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial el nuevo régimen se alineó al lado de las potencias del Eje, lo que impactará directamente en una profunda falangización del país, e indudablemente en el ámbito del deporte. Al mismo tiempo, el fútbol permitía al franquismo recuperar los tradicionales valores de virilidad, impetuosidad y masculinidad que encajaban perfectamente con el mito de la furia española. A partir de ese momento, en todos los encuentros de fútbol será obligatorio que los jugadores antes de comenzar el partido hicieran el saludo fascista y gritasen «¡Arriba España! ¡Viva Franco!». Otra de las medidas hacía referencia a la «castellanización» de los nombres de los clubes, para eliminar cualquier rasgo de influencia extranjera. Desde ese momento, equipos como el Athletic Club de Bilbao, el Sporting de Gijón o el FC Barcelona pasarán a denominarse respectivamente Atlético de Bilbao, Deportivo de Gijón y Club de Fútbol Barcelona. Junto a las anteriores directrices, también se pueden destacar otras medidas como la obligación a incluir al menos dos miembros de Falange en las juntas directivas de los clubes, el abandono de la tradicional camiseta roja de la selección por la nueva de color azul, o la radical determinación por parte de las autoridades deportivas a castigar cualquier tipo de incidente entre los aficionados que acudían a los estadios, para evitar manchar la imagen de hermandad regional que debía mostrar el fútbol19.
Como un último ejemplo de la utilización nacionalista de los partidos de la selección durante el primer franquismo, es interesante señalar el enfrentamiento contra la selección de Alemania en el Estadio Olímpico de Berlín en abril de 1942. La prensa española no dudó en aprovechar la ocasión para destacar que en la Alemania nazi los medios de comunicación recordaban «la amistad y solidaridad que reina entre alemanes y españoles, que hoy luchan unidos en los campos de Rusia para lograr el aniquilamiento del bolcheviquismo»20.
La posterior derrota de las potencias del Eje generó un intento de reacomodación de la dictadura de Franco en el contexto internacional, que tendrá su inmediato reflejo en el fútbol. Este deporte sufrirá una profunda transformación cosmética o desfalangización en este caso, reduciendo el contenido y la simbología fascista de la dictadura, y provocando la inmediata eliminación del saludo fascista antes de los partidos o la camiseta azul del equipo nacional. Pese a todo, Franco no pudo evitar que en febrero de 1946 la Asamblea General de la ONU declarase ilegítima su autoridad, quedando supeditada su entrada en este organismo a un cambio de gobierno, instando a los países a romper sus relaciones diplomáticas con España21.
El periodo de autarquía y ostracismo internacional también tuvo su reflejo en el fútbol. El objetivo principal del franquismo fue el fortalecimiento de la identidad nacional a través de este deporte, al mismo tiempo que también se buscaba mostrar al exterior una imagen de normalidad. Pese a todo, no se pudieron evitar algunos incidentes y contestaciones políticas hacia los equipos españoles y a la propia selección nacional. Cuando comenzó a sonar el himno español en los prolegómenos del partido amistoso contra Francia en el estadio de Colombes, en junio de 1949, un grupo de exiliados españoles en el público decidió desplegar una bandera republicana. Posteriormente, el periódico ABC informó a sus lectores sobre estos hechos, destacando en la crónica la respuesta de los «verdaderos españoles», quienes al ver aparecer la bandera tricolor en las gradas reaccionaron violentamente: «otro grupo de españoles se abalanzó sobre ellos y deshizo la bandera, dando vivas a España y propinando una paliza a los que la hicieron tremolar22.» Similar contundencia mostrará el periódico Marca, quien definirá a los exiliados republicanos como «unos españoles sin pasaporte23

3.2 Los años cincuenta y la afirmación del anticomunismo a través del fútbol
El 4 de noviembre de 1950 la Asamblea General de la ONU votó finalmente la autorización para el regreso de los embajadores a Madrid. El proceso de integración se consolidará en 1953 con los acuerdos con los Estados Unidos y la firma del Concordato con la Santa Sede. España, en pleno contexto de Guerra Fría, tratará de reforzar su radical anticomunismo, lo que tendrá una repercusión inmediata en el fútbol, prohibiéndose desde ese momento los contactos con los clubes del otro lado del Telón de Acero y, sobre todo, con la propia Unión Soviética. Progresivamente, las autoridades franquistas serán más permisivas frente a la posibilidad de compartir terreno de juego con los países comunistas, aunque mantendrán hasta los años sesenta una radical intransigencia hacia los clubes y selecciones soviéticas. El temor en este tipo de partidos a una derrota escandalosa o a una posible contestación política, como ya hemos visto que había ocurrido en Colombes, provocó que tanto la DND como en el propio Ministerio de Asuntos Exteriores mostrasen un especial cuidado en el control de los encuentros internacionales24.
En 1950, la Copa del Mundo de Brasil se convirtió en una nueva oportunidad para la dictadura de incidir en el refuerzo de los valores del régimen y de la nación a través de la selección. La victoria frente a Inglaterra por 1-0 gracias al gol de Zarra, supuso para España por primera vez en su historia el poder entrar entre las cuatro mejores selecciones del mundo. La prensa española se volcó en elogios con el equipo, subrayando el patriotismo de los jugadores y volviendo a reactualizar el mito de la furia española. Después del triunfo, las primeras felicitaciones llegaron del propio Jefe de Estado, quien después de congratularse con los directivos se dirigirá al capitán y a los jugadores de la selección mencionando por telegrama que «al terminar retransmisión con que seguí emocionante encuentro y brillantísimo triunfo, os envío mi entusiasta felicitación por vuestra técnica y coraje en defensa de nuestros colores. ¡Arriba España!25
Armando Muñoz Calero, como presidente de la Federación también será muy explícito al declarar su alegría «por el comportamiento de los once jugadores del equipo español, que, además de una técnica depurada han demostrado que nuestra vieja furia, es decisiva, en encuentros transcendentales como el de hoy26.» El tono patriótico y triunfalista de los medios de comunicación mostraba una clara apropiación del triunfo por parte de las autoridades franquistas, apoyados en la amplia cobertura que tanto la prensa como la radio habían ofrecido durante este campeonato. Pese a todo, el equipo español no ofrecerá muchas oportunidades a la utilización del triunfo por la retórica fascista, al no lograr clasificarse para las posteriores ediciones de los Mundiales de 1954, 1958, 1970 y 1974, y representar un papel muy secundario en las ediciones de 1962 y 1966. Frente a la furia, el discurso de la fatalidad empezará a ocupar espacio en las crónicas junto con las críticas a la llegada masiva de jugadores extranjeros, para tratar de justificar de esta forma los fracasos del fútbol español.
Un ejemplo de lo que supuso como punto de inflexión en la utilización política del fútbol el final de los años cincuenta, fue la primera edición de la Copa de Europa de Naciones (actual UEFA Euro) en 1960. El sorteo emparejó a la selección española con la Unión Soviética. Mientras que nuestros vecinos europeos ya habían normalizado sus relaciones deportivas con este país, el franquismo seguía instalado en demostrar su radical anticomunismo. El Consejo de Ministros negará el 2 de mayo de 1960 los permisos para que la selección española pudiera disputar la eliminatoria27. Jugadores del prestigio de Alfredo Di Stéfano, Luis Suárez, Luis Del Sol o Paco Gento veían como los intereses políticos les privaban de una gran oportunidad para haber podido alcanzar el éxito deportivo.

3.3 El tardofranquismo y la transformación de la utilización política del fútbol
Desde principios de los años sesenta se empieza a observar un claro cambio en la estrategia político-deportiva del franquismo. Si bien el fútbol seguía siendo el medio ideal que utilizaba el régimen para transmitir su mensaje de patriotismo, desde principios de esta década se produce un giro en relación con el comportamiento del gobierno de Franco hacía los clubes y selecciones soviéticas. Cuatro años después de prohibir a la selección jugar contra el equipo soviético, el gobierno de Franco aceptará el ofrecimiento de la UEFA para que España pudiera acoger la Eurocopa. El conjunto español se tendría que enfrentar en una de las semifinales a Hungría en Madrid, mientras que la Unión Soviética se mediría a Dinamarca en el Camp Nou de Barcelona. Los soviéticos se impusieron fácilmente por 3-0 a los daneses, mientras que en el estadio Santiago Bernabéu la selección española sólo pudo imponerse por 2-1 en el tiempo suplementario y gracias a un gol de Amancio. Ante la presencia de Franco, la bandera de la hoz y el martillo sería izada en lo más alto del estadio mientras sonaban los acordes del himno de la principal potencia comunista.
La intranquilidad que existía entre algunos sectores del gobierno por las consecuencias que podría generar la disputa de la final ante la URSS en el estadio Santiago Bernabéu, fue inteligentemente atenuada por los ministros Castiella y José Solís al recordar los beneficios diplomáticos que supondría para el país el lograr mostrar a Europa una imagen «más tolerante y hospitalaria28.» La posterior victoria española permitió a los medios de comunicación presentar este éxito como la fiesta de la unidad nacional bajo la figura de Franco, o como el propio delegado nacional José Antonio Elola-Olaso comentó, considerarlo «el gran triunfo deportivo de la Paz», no dudando en ofrecer la victoria «al Caudillo en los Veinticinco Años de Paz29.» Incluso el propio dictador también elogiará la imagen de unidad que España había mostrado a Europa:

«Nuestra unidad y patriotismo se puso en evidencia ante millones y millones de personas que por televisión veían el grandioso partido en muchos países del mundo. Estoy seguro de que el equipo de la U.R.S.S., los directivos y acompañantes, se llevarán de España una excelente impresión y recordarán la deportividad de nuestro equipo y de los numerosos espectadores que acudimos al estadio»30.

El franquismo no sólo se apropiará de los escasos triunfos de la selección española, sino que también utilizará en su beneficio político los triunfos de los principales clubes de fútbol. El Real Madrid, con sus victorias en las cinco primeras ediciones de la Copa de Europa (1956-60), permitió a la dictadura mostrar al exterior una imagen de éxito, al mismo tiempo que favorecería la cohesión y la despolitización social a nivel interno ayudando a dar una gran visibilidad pública a los propios líderes políticos. Por otro lado, es indudable que el Real Madrid también trató en todo momento de mantener unas buenas relaciones con las autoridades políticas y deportivas del franquismo, principalmente a través de su presidente Santiago Bernabéu y del vicepresidente Raimundo Saporta. El club de la capital alcanzó una posición hegemónica en el fútbol europeo durante la segunda mitad de los años cincuenta, lo que favoreció la relación recíproca de intereses entre el franquismo y el Real Madrid. Esta relación de favores mutuos permitió la construcción de la leyenda negra de este club como el «equipo del Régimen», aunque también es necesario tener presente que, durante los primeros quince años del franquismo, como hemos visto los de mayor conservadurismo, el Real Madrid no consiguió ningún triunfo en el Campeonato de Liga.31 Sobre este último aspecto, podemos recordar las declaraciones que realizó en octubre de 1959 el ministro Secretario General del Movimiento José Solís a los jugadores del Real Madrid, en la cena ofrecida al Jeunesse de Luxemburgo después de la victoria del club blanco por 5-0:

«Vosotros habéis hecho mucho más que muchas embajadas desperdigadas por esos pueblos de Dios. Gente que nos odiaba ahora nos comprende, gracias a vosotros, porque rompisteis muchas murallas […] Vuestras victorias constituyen un legítimo orgullo para todos los españoles, dentro y fuera de nuestra Patria. Cuando os retiráis a los vestuarios, al final de cada encuentro, sabed que todos los españoles están con vosotros y os acompañan, orgullosos de vuestros triunfos, que tan alto dejan el pabellón español»32.

En Cataluña y el País Vasco clubes como el FC Barcelona, el Athletic Club de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebastián también sirvieron para transmitir a partir de los años sesenta diferentes identidades claramente contrarias a los principios hegemónicos del franquismo. Estos clubes se convirtieron en escenarios ideales para las reivindicaciones nacionalistas catalanas y vascas, aprovechando los estadios como los únicos lugares en los que los aficionados podían mostrar su disconformidad contra la obligada identificación entre España y la idea de nación que defendía el franquismo33.
Tanto en el FC Barcelona como en los dos principales clubes vascos, algunos de sus directivos y jugadores estarán desde los años setenta estrechamente vinculados con el nacionalismo catalán y vasco, utilizando de esta forma los clubs de fútbol como vehículos de identidades nacionalistas gracias a su fuerte integración que habían mostrado desde la década de los veinte en el tejido social de las grandes ciudades. El fútbol se convertirá en un medio de expresión de tensiones regionales, al mismo tiempo que clubes como el Barcelona o el Athletic favorecerán la integración de grandes masas de inmigrantes que desde otras regiones españolas habían llegado durante los años cincuenta y sesenta. Estas dobles y triples identidades (vasca/catalana, antifranquista y nacionalista vasco/catalán) permitían que estos clubes fueran medios para transmitir identidades diversas, opuestas al franquismo, pero no siempre antiespañolas. Al contrario, en muchos casos estos clubes vascos y catalanes se transformaron en lugares de agregación y unión de las diferentes corrientes identitarias. Con la llegada de la transición democrática todos estos diferentes procesos de afirmación identitaria periférica se intensificarán34.

4. De la transición democrática hasta nuestros días. Del discurso del fracaso al éxito del fútbol español
4.1 Democratización del fútbol español: la modernización de la narrativa de la furia y el fracaso
La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 y las elecciones del 15 de junio de 1977 abren una fase de democratización y un periodo de profunda transformación en el fútbol español, que se desarrollará de forma paralela al proceso de reforma que vivió el país. El desmantelamiento de la política deportiva del franquismo si iniciará primero con la transformación de la DND en la Dirección General de Deportes y, en agosto de 1977, en el actual Consejo Superior de Deportes (CSD), un organismo autónomo que en un primer momento estuvo adscrito al Ministerio de Educación y Ciencia, y a través del cual el Estado podría intervenir en el deporte35. La propia Constitución española de 1978 incorporaba por primera vez en su artículo 43 la importancia que debían tener los organismos públicos en el fomento del deporte: «Los podres públicos fomentarán la educación sanitaria, la educación física y el deporte. Asimismo, facilitarán la adecuada utilización del ocio36
El fútbol también iniciará a partir de este momento un lento proceso de democratización institucional. El presidente del CSD, Benito Castejón, incorporará la elección democrática de los presidentes de las diferentes federaciones deportivas. Similar proceso se tratará de impulsar respecto la elección de los presidentes de las federaciones regionales de fútbol y al máximo representante de la propia RFEF. Pablo Porta, como presidente de este organismo aprobará en julio de 1977 la elección de los presidentes de los clubes de fútbol por sufragio universal. Pero las reformas democráticas en el mundo del fútbol no siempre se implementarán a la velocidad que la sociedad española deseaba. Los medios de comunicación privados, como los periódicos El País, Diario 16 y el As, la emisora de radio de la Cadena SER, o las revistas Don Balón y Triunfo, serán algunos de los muchos medios que tendrán un papel relevante a la hora de reclamar la necesidad de profundizar en las reformas democráticas que había iniciado el fútbol español.
Por otro lado, desde la segunda mitad de los años setenta se apreciará un considerable incremento de las demandas de mayor autonomía regional en relación con el gobierno central, que terminarán tomando forma con el modelo de organización territorial denominado Estado de las Autonomías. Estas reivindicaciones encontrarán en el fútbol un escaparate ideal. El 6 de diciembre de 1976 los capitanes de la Real Sociedad y del Athletic Club de Bilbao, Kortabarria e Iribar, acordaron junto con los demás compañeros entrar en el campo de Atocha antes de la disputa del derbi portando la bandera vasca, la ikurriña, para reivindicar su legalización37. Este hecho se convertirá en uno de los muchos actos reivindicativos que se sucederán durante los años siguientes tanto en el País Vasco como en Cataluña. El FC Barcelona también se convirtió durante la transición en un instrumento de difusión del catalanismo. El capitán del FC Barcelona, Johan Cruyff, llevará en el brazo el brazalete con los colores de la bandera de Cataluña, la señera, el 1 de febrero de 1976 en un partido diputado en el Camp Nou frente al Athletic Club de Bilbao. Un año más tarde, aficionados del FC Barcelona y del Athletic Club de Bilbao desfilaron en el Camp Nou portando señeras e ikurriñas en los prolegómenos del partido que iban a disputar ambos equipos38. La reivindicación regionalista no se redujo únicamente a Cataluña y el País Vasco. El 6 de noviembre de 1977 el Valencia CF decidió poner los colores de la bandera regional, las franjas rojas y amarillas de la señera coronada, en la segunda camiseta con la que se enfrentaría al Real Madrid en el Santiago Bernabéu39.
La organización del Mundial de España en 1982 supuso el mayor desafío que había afrontado en su historia este país como anfitrión de un gran evento deportivo. En plena crisis económica, con altos porcentajes de desempleo y con el temor a un posible atentado por parte del grupo terrorista ETA, España acogerá la primera fase final de un Mundial con 24 selecciones, en 14 sedes y con algo más de 150 millones de euros de presupuesto. España´82 tuvo un impacto directo en la sociedad española, convirtiéndose en un elemento de transformación gracias a los esfuerzos e inversiones que pretendían implementar un ambicioso plan de remodelación de las infraestructuras de comunicación, la capacidad hotelera, transportes, la red de televisión pública española (RTVE), así como la modernización de los estadios que debían acoger los encuentros del Mundial. Los conflictos entre la RFEF y el comité organizador, la transparencia en la financiación, la polémica gestión de la venta de entradas o las luchas de poder entre las diferentes administraciones públicas y partidos políticos por acaparar cuotas de protagonismo, serán algunas de las sombras que mostró esta edición del Mundial. Pese a todo, España trató de mostrar al mundo con la organización del Mundial de 1982 que era un país que había dejado atrás su pasado franquista y que afrontaba el futuro como un país moderno y democrático preparado para poder ingresar en la Comunidad Económica Europea.40
Los años ochenta y noventa representaron para la selección española un periodo de pobres resultados, que se plasmaron a través de los medios de comunicación en un discurso que transitará reiteradamente de la reutilización del mito de la furia española y de las renovadas esperanzas de éxito, a la narración del fatalismo, la injusticia y el fracaso como elementos intrínsecos del equipo nacional. De la pobre actuación en el Mundial de 1982 a la derrota en la final de la Eurocopa de 1984, pasando por la eliminación por penaltis frente a Bélgica en la edición de 1986, la desafortunada derrota contra Yugoslavia en los cuartos de final del Mundial de Italia en 1990, o la dramática derrota frente a Italia en el Mundial de Estados Unidos. La relación mental entre la selección nacional y la decepción permanente irá en clara contraposición a los múltiples éxitos internacionales alcanzados por los clubes de fútbol durante este periodo. Este factor incidirá en la autorepresentación de un país que no terminaba de conseguir equipararse a sus vecinos europeos, tratando de buscar explicaciones en la falta de fortuna, los problemas identitarios nacionales, el miedo a la competición, un posible complejo inferioridad o la llegada de un excesivo número de jugadores extranjeros a la Liga española.41

4.2 La España del siglo XXI y la nueva narrativa del éxito asociada al fútbol

«A veces la realidad es más grande que los sueños. Habéis demostrado que con talento, trabajo, esfuerzo y humildad se puede alcanzar el éxito y éste ha llegado con un juego espectacular y brillante. No sólo ha ganado España, también el fútbol en general porque lo habéis hecho grande42

Las palabras pronunciadas por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero en la recepción que ofreció al equipo nacional después de su victoria en la Eurocopa de 2008, pueden representar el inicio de un cambio de ciclo que con los posteriores triunfos en el Mundial de 2010 y la Eurocopa del 2012, han marcado los mayores éxitos en la historia del fútbol español y probablemente del deporte de este país. Durante este periodo el fútbol se definió por el poder deportivo y económico que tanto el Real Madrid como el FC Barcelona habían adquirido en el panorama internacional, así como el aumento exponencial del respaldo social que recibió el equipo nacional desde 2008.43
El discurso de la furia y el fracaso dio paso a la «narrativa del éxito.» De un fútbol caracterizado por elementos como el pundonor y la lucha, con pocas concesiones a las habilidades técnicas, se evolucionó desde la segunda mitad de los años noventa al juego de posesión espectacular y brillante que se convertirá en rasgo diferenciador del conocido popularmente como tiki-taka. España parecía alcanzar finalmente su mayoría de edad a nivel futbolístico, y los medios no dudaron en «emborracharse» del orgullo nacional que proporcionaba la Roja mientras 25 millones de personas invadían los espacios públicos de celebración de las grandes ciudades del país después del triunfo en Sudáfrica. Al mismo tiempo, tanto los éxitos de la selección y los clubes de fútbol, como del deporte español en general, han servido de amortiguador de las tensiones de un país que desde la segunda legislatura de Zapatero (2008-2011), se había visto inmerso en una profunda crisis económica.44 El Gobierno no dudará en vincularse directamente con los éxitos del deporte español y Zapatero reconocía que con la victoria en la edición de Austria y Suiza se había concluido «la transición del fútbol español45. »
El proceso de «deportivización» de los medios de comunicación desde la primera década del siglo XXI favoreció el refuerzo de las nociones de identidad asociadas al Estado-nación. Si por un lado el fútbol ha seguido permitiendo la recuperación de la identidad patriótica asociada al equipo nacional, es también cierto que durante estos últimos años se ha producido un fuerte impulso de lo que podíamos denominar nacionalismos subestatales. Clubes como el FC Barcelona, el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad han ayudado a la difusión de narrativas nacionalistas. La llegada de Joan Laporta a la presidencia del FC Barcelona en el 2003 marcó el inicio de un proceso de re-catalización del club estableciendo un fuerte paralelismo entre el Barça y Cataluña. El nuevo presidente no dudó en mostrar claramente su posicionamiento político a favor del independentismo y su intención de fortalecer la catalanidad del club durante su mandato. Su fuerte atracción por el mundo de la política siguió mostrándolo una vez alejado de la presidencia del club. Laporta creó el partido Democracia Catalana con el que decidió presentarse en el 2010 a las elecciones al Parlamento de Cataluña dentro de la candidatura Solidaritat Catalana per la Independència (SI), llegando a ser elegido concejal de Barcelona.46
Los triunfos y el juego espectacular del FC Barcelona a partir de la llegada de Pep Guardiola a la dirección técnica en el 2008, provocaron que al mismo tiempo que se acentuaba el discurso nacionalista el FC Barcelona se convirtiera en el equipo favorito de los españoles47. A este proceso se añadió el importante papel que tuvieron en los éxitos de la selección los jugadores del FC Barcelona, tanto Luis Aragonés como Vicente del Bosque incluyeron en sus equipos titulares a gran parte de los jugadores del Barça y adoptaron el estilo de juego que había implantado el club catalán.
Pese a todo, la pitada al himno nacional en la final de la Copa del Rey del 2009 disputada en Valencia entre el Athletic Club de Bilbao y el FC Barcelona, y su repetición en el 2012, demuestran la falta de consenso e incluso oposición frente a los símbolos nacionales por parte de muchos catalanes y vascos.48 Frente a la imagen de fortalecimiento del discurso del nacionalismo español a través de los éxitos de la selección, se vivió un periodo de gran tensión deportiva y de utilización política de los enfrentamientos entre Real Madrid y FC Barcelona entre el 2010 y el 2012, llegando a su punto culminante en los cuatro partidos que disputaron en 18 días en el 2011. La disputa de estos encuentros generó incluso la ruptura de las relaciones entre los jugadores internacionales españoles de ambos equipos. La imagen de unidad y cordialidad que ofrecía el fútbol español saltó por los aires. La concesión del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes en el 2012 a Iker Casillas y Xavi Hernández, capitanes respectivamente del Real Madrid y el FC Barcelona buscaba rebajar la tensión política que había caracterizado estos encuentros, e incidir en el mensaje de unidad. Los propios premiados, al ser preguntados por la politización del premio, declaraban que «¿Política? Aquí no hay ningún tema político. A lo sumo, lo dirán por la rivalidad Madrid-Barça, pero nada más. Esto es deporte.49» El premio buscaba subrayar los valores de la amistad y el compañerismo, más allá de la rivalidad, pero también intentaba mostrar un claro mensaje de unidad a través del deporte en uno de los momentos de mayor conflicto identitario que vivía el país en las últimas décadas.

5. Conclusiones
Este artículo tenía como objetivo principal realizar un recorrido histórico por el desarrollo del fútbol español desde el primer tercio del siglo XX hasta nuestros días, incidiendo en el análisis de su proceso de transformación como actividad de ocio de masas y en una de las herramientas que más reiteradamente se han utilizado como medio para fortalecer las narraciones identitarias nacionales. Al mismo tiempo, se ha podido describir cómo los diferentes discursos futbolísticos de ámbito nacional y regional se iniciaron a desarrollar desde el comienzo de la segunda década del siglo XX, y principalmente, a partir de la primera participación en una competición internacional del equipo español, en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920.
Este hecho generó un claro punto de inflexión en la construcción del mito de la furia española y en su utilización dentro del discurso nacionalista español. La narrativa de la furia española irá asociada a un conjunto de estereotipos que encontrarán en los medios de comunicación el altavoz ideal y el instrumento perfecto para su permanentemente reelaboración con el paso de los años. Prensa, radio y televisión incidirán en subrayar la estrecha relación entre el estilo de juego de una selección y la identidad nacional. Por lo tanto, en relación con el mito de la furia, elementos como el coraje, la pasión y la virilidad definirán desde el primer momento el fútbol español y la narrativa futbolística nacional. Del mismo modo, y de forma paralela al concepto de la furia, se ha visto que también desde las primeras décadas del siglo XX, se aprecia en los medios de comunicación el discurso del fracaso y la fatalidad como elemento aparentemente intrínseco del equipo nacional. Furia y decepción, parecían representar al fútbol de este país, pero también llegaron a tratar de asimilarse a la imagen de una sociedad que no parecía conseguir equipararse a sus vecinos europeos. Tampoco podemos olvidar que durante este periodo surgirán las diferentes selecciones regionales, y clubes como el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao se convertirán en medios de difusión del discurso nacionalista vasco y catalán.
Por otro lado, el franquismo trató de convertir al fútbol en una herramienta de encuadramiento y control social, aunque no siempre con el éxito esperado. Al mismo tiempo, el régimen se apropiará de los pocos éxitos que logró durante estos años el equipo español, así como de los múltiples triunfos internacionales que lograron los clubes. Pese a todo, los intereses políticos influirán directamente en las decisiones deportivas, como hemos visto que ocurrió con la negativa d Franco a permitir el encuentro contra la Unión Soviética en 1960.
De la búsqueda del reconocimiento internacional y la nacionalización del deporte que tenía como objetivo el primer franquismo, se pasará en los años posteriores a tratar de mostrar una imagen de normalidad hacia el exterior al mismo tiempo que se incidía en subrayar el anticomunismo del régimen de Franco, oponiéndose a cualquier relación con los países del otro lado del Telón de Acero. Las dos primeras ediciones de la Copa de Europa de Naciones, con la mencionada prohibición de las autoridades franquistas en 1960, y la posterior utilización propagandística de la edición de 1964, han mostrado claramente la evolución a partir de los años sesenta de la relación Estado-fútbol. Durante el franquismo clubes como el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao se convirtieron en actores de primer orden en las reivindicaciones nacionalistas catalanas y vascas. Mientras tanto, los éxitos del Real Madrid en Europa, junto con la victoria frente a Inglaterra en el Mundial de 1950 o la victoria en la Eurocopa de 1964, fueron apropiados por la dictadura para proyectar su narrativa nacionalista.
A partir de la muerte del general Franco el fútbol, al igual que la sociedad española, se embarca en un intenso proceso de democratización. Mientras tanto, los nacionalismos periféricos encuentran nuevamente en el fútbol un catalizador de sus sueños identitarios. Eventos como el Mundial de España en 1982 y los Juegos Olímpicos diez años después, intentaban mostrar al mundo un país moderno y democrático preparado para integrarse en Europa y que había dejado olvidados en el pasado los oscuros años del franquismo. Pese a todo, la narrativa de la furia y el fracaso seguía volviendo a las portadas de los principales medios de comunicación en ocasión de las grandes citas internacionales. Esta dinámica sólo cambiará con el ciclo de triunfos que se abrió en la Eurocopa del 2008. La imagen negativa de un país que afrontaba la mayor crisis económica de su historia estaba sirviendo para renovar los viejos estereotipos hacía los españoles. Los españoles volvían a ser para los europeos los holgazanes, corruptos habituados a la siesta y la fiesta, mientras el colapso económico debilitaba sensiblemente la confianza nacional. Frente a un índice de desempleo que alcanzaba sus máximos históricos, la privatización de los servicios públicos y el aumento de las desigualdades sociales, las victorias del equipo nacional ofrecían a los españoles el único elemento de compensación que permitía amortiguar la creciente decepción en la clase política y las tensiones territoriales.

Note

  1. Presidencia del Gobierno. «Palabras del Presidente del Gobierno en su encuentro con la selección española de fútbol, ganadora de la Copa del Mundo de Fútbol». 12 julio 2010 (consultado el 03/07/2021).
  2. Pedro López Manjón, «La selección española recibe el cariño de la Familia Real y el presidente del Gobierno», RTVE, 12 julio 2010 (consultado el 03/07/2021).
  3. Michael Billig, Nacionalismo banal, Madrid, Capitán Swing, 2014.
  4. Ángel Bahamonde Magro, El Real Madrid en la historia de España, Madrid, Taurus, 2002.
  5. Juan Antonio Simón, Construyendo una pasión: el fútbol en España, 1900-1936, Logroño, UNIR, 2015.
  6. J. A. Berraondo, « El equipo nacional », Heraldo Deportivo, 25 enero 1916, p. 27-28.
  7. «En Bruselas», Madrid-Sport, 2 septiembre 1920, p. 11.
  8. L´Auto, 6 septiembre 1920, p.1.
  9. F. Martialay, Amberes. Allí nació la furia española, Madrid, Real Federación Española de Fútbol, 2000, p. 287-288
  10. Handicap, « España se clasifica brillantemente y bate el récord de partidos de la VII Olimpiada », Madrid-Sport, 16 septiembre 1920, p. 4.
  11. Alejandro Quiroga Fernández de Soto, Goles y banderas: fútbol e identidades nacionales en España, Madrid, Marcial Pons, 2014, p. 39-42.
  12. Juan Antonio Simón, Construyendo una pasión. El fútbol en España, 1900-1936, Logroño, UNIR, 2015, p. 145-218.
  13. Archivo FIFA, Proces verbal de la reunion du comité executive 6-7 noviembre 1937
  14. «Reconocimiento de la Federación Española de Fútbol en el territorio nacional », ABC ed. Sevilla, 13 noviembre 1937, p.26.
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  16. Miguel Ángel Lara, «España-Portugal, el partido que quiso Franco y que acabó en rebelión», Diario Marca, Madrid, 7 noviembre 2012 (consultado el 8 diciembre 2015).
  17. Juan Antonio Simón, « De la furia espagnole au tiki-taka. Football et constructions identitaires en Espagne (1920-2015), » en Fabien Archambault, Stéphane Beaud and William Gasparini (dir.), Le football des nations: des terrains de jeu aux communautés imagines, Paris, Publications de la Sorbonne, 2016, p. 75-91
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  22. «Decidida réplica a los que ondearon una bandera tricolor », ABC, 21 junio 1949, p. 23.
  23. Marca, 20 junio 1949.
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  27. Ramón Ramos, ¡Que vienen los rusos!. España renuncia a la Eurocopa 1960 por decisión de Franco, Comares, Granada, 2012.
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  32. Del Boletín del Real Madrid CF, 112, noviembre 1959, citado en Ducan Shaw, Fútbol y franquismo, op. cit, 1987, p. 18.
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  34. Alejandro Quiroga Fernández de Soto, Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España, Madrid, Marcial Pons, 2014.
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  40. Juan Antonio Simón, España ’82: La historia de nuestro Mundial, Madrid, T&B Editores, 2012.
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  46. Ángel Iturriaga Barco, El poder político y social en la historia del Fútbol club Barcelona (1899-2015), Tesis doctoral Universidad de la Rioja, 2015, pp. 364-365.
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  49. «Iker Casillas y Xavi Hernández: dos hombres y un destino», XLSemanal, (s. f.)

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